Hoy resulta que colaboro como voluntario en una ONG en mi tiempo libre y desde hace unos meses llevo a cabo un proyecto de diseño de objetos que puedan resultar de ayuda a personas con algún tipo de discapacidad (personas que, por otro lado, suelen ser las más capaces y enamoradas de la vida).Y es que uno no tiene ni idea de por dónde le va a encaminar la vida. En mi caso, el suspender la selectividad por dos décimas de punto hizo que cambiara la universidad por un Ciclo de Informática de Gestión de Formación Profesional. Esas dos benditas décimas me llevaron a conocer a las dos personas más importantes de mi vida: mi mujer y mi socio. En occidente nos hemos acostumbrado a medir el éxito de cualquier cosa en base al dinero que produzca o al reconocimiento social que conlleve.
Mi experiencia me dice que ni el dinero ni la fama son un buen colchón sobre el que dormir. Las personas más felices que conozco y, sobre todo, que más exprimen y disfrutan la vida no tienen apenas posesiones materiales y son totalmente desconocidas salvo a sus círculos más cercanos de amigos o familiares. Pero me he alejado del tema, el caso es que sin aún acabar nuestra formación, mi socio y yo ya estábamos trabajando como profesores (también hacíamos otros tipos de trabajos que iban desde descargar madera de camiones hasta hacer manuales de informática), y al terminar los estudios decidimos montar nuestra empresa. Como conocíamos el mundo de la formación, la programación y la venta de ordenadores, nuestro negocio en teoría se beneficiaría de las tres cosas. La realidad fue que nunca logramos vender ningún curso y tan solo desarrollamos un programa. Pero la tercera pata funcionó y la venta de ordenadores creció gradualmente hasta el momento de llegar a tener más de cien empleados a nuestro cargo y tiendas por toda España. Como podréis imaginar, dada nuestra formación que no era empresarial, hubo un montón de cosas que tuvimos que aprender sobre la marcha. No hubo problema (aunque problemas si surgieron, de todo tipo) porque el impulso que da esa maravillosa energía que lleva consigo el ser joven nos hizo poder con todo y adaptarnos a las circunstancias que surgían. Si tuviera que "regalar" un consejo a alguien que quiera emprender cualquier tipo de acción es que la palabra adaptabilidad figure en su mente en mayúsculas en todo momento.
Con el tiempo vendimos la empresa y he llevado a cabo proyectos de todo tipo y todos con éxito (aunque más de uno ha fracasado económicamente). En la actualidad me gano la vida haciendo personajes de plastelina; sí, habéis leído bien, de plastelina. Es algo que no había hecho antes y al que el curioso camino de los que os hablaba me ha llevado. También estoy aprendiendo un montón de programas de todo tipo, lo que me fascina. Creo firmemente que en el mundo desarrollado tenemos todas las posibilidades al alcance de la mano, más ahora con los innumerables recursos que nos ofrece internet. Acceder a programas profesionales de código abierto, es decir, totalmente gratuitos, y a decenas de tutoriales en multitud de idiomas también sin coste alguno era impensable hace tan solo diez años. Y poder hacer un Skype con un japonés, alemán o ruso y practicar su idioma de una forma coloquial y entretenida parece cosa de ciencia ficción. Y todo es muy cambiante en poco tiempo, lo que da ventaja a los más jóvenes…
La Formación Profesional supuso para mí un trampolín desde el que enfrentarme a cualquier ámbito profesional; y, al madurar, entendí que esta parte debía complementarla devolviendo a la sociedad parte de lo que me había dado. Es por ello que hoy dedico muchas horas a proyectos que me hagan crecer como persona y que de verdad importen. Estoy seguro que con vuestro esfuerzo los estudios que estéis cursando os llevarán por un camino similar o mejor. Un abrazo a todos.