Daniel nos cuenta su experiencia en Linkia FP

Me llamo Dani, tengo 37 años y trabajo como Auxiliar en Psiquiatría desde hace 11 años. Estudié un Ciclo Superior de Integración Social a distancia con Linkia FP, lo que completa mi extensa formación en ciclos formativos. Anteriormente cursé un ciclo de grado medio en Electricidad, otro también de grado medio de Auxiliar de Enfermería y uno superior de Documentación Sanitaria.

Decidí cursar mi cuarto ciclo de Formación Profesional para mejorar profesionalmente. Tengo dos niños pequeños, uno de 5 años y otro de 2 y yo llevo trabajando en turno de noche desde hace once años. Sueño con poder optar a un puesto mejor. De hecho, opté por ampliar mis conocimientos en el ámbito social para poder conseguir un puesto que me permita trabajar como monitor de taller durante el día y dejarme los turnos de noche, que a la larga hacen mella en el cuerpo.

Sin embargo, tenía un hándicap a la hora de volver a las aulas. Y es que cuando uno tiene niños pequeños y, además, trabaja de noches, es difícil poder ir a clases presencialmente. Tras ver las distintas opciones que tenía, me decanté por la educación concertada a distancia por las facilidades que te da.

Compaginar los estudios a distancia, el trabajo, la familia y la vida social es complicado, pero no imposible. La clave está en ponerse metas cortas que sean realizables e ir superándolas poco a poco. Y, por supuesto, no rendirse nunca. Si visualizas tu objetivo, todo es posible. En el caso de fracasar en alguna de tus metas, rodearse de personas que te aconsejan qué hacer te da impulso para seguir intentándolo hasta que lo consigues, como me ocurrió a mí.

Estudiar en Linkia FP es intenso. Hay que verse las clases, que son largas, hay que hacer las distintas evaluaciones, participar en chats y foros, además de los test y completar trabajos tanto en equipo como en solitario… Si eso lo sumas al día a día, se hacen dos años de FP largos, pero que al final merecen la pena.

Durante ese tiempo me han ocurrido anécdotas muy graciosas. Una de ellas es que aparte de verme las clases cuando tenía un hueco en el trabajo, también las seguía por las mañanas en casa mientras cuidaba a mi hijo pequeño. Por aquel entonces tenía solo unos meses y solamente se dormía si lo porteabas en la mochila, así que una vez conseguía que se durmiera, con mucho cuidado me sentaba en un taburete. A veces el cansancio era tal que yo también me quedaba dormido mientras veía las clases en diferido.

Sin embargo, he conseguido sacarme el ciclo, a pesar de que meses antes de los exámenes me tuvieron que ingresar unos días en el hospital. Aprobé todas las asignaturas menos una, que tampoco conseguí aprobarla en la convocatoria de septiembre. Pero al año siguiente me volví a matricular y ¡la saqué con un 7! Estoy muy orgulloso.