Y más adelante establece el alcance y el procedimiento: “…esta ley será una reforma de la actual LOE, con los cambios que realizaron sobre su texto original de 2006 primero la LES y después la LOMCE, haciendo nuevas aportaciones. En este sentido esta ley tendrá un artículo único que modificará el texto consolidad de la LOE..., también deberá modificar las disposiciones de la LOMCE…”

Es decir, se trata de una reforma de las leyes actuales desde dentro, desde el sistema establecido, para mejorar su funcionamiento, cosa que se aprecia al revisar los siete bloques en se divide la propuesta, y que confirma el mismo documento, “Todo ello a la espera de poder llevar a cabo, más adelante, con el mayor acuerdo posible, una reforma integral de la normativa existente, de la que esta será solo un anticipo”.

Es posible que con las reformas propuestas se corrijan algunos de los aspectos más lesivos, posiblemente sí se resuelvan algunos (incluso todos) de los problemas detectados por la comunidad educativa, pero es mi opinión, expresada en numerosas reflexiones, que la mala posición reconocida por los organismos supranacionales e internacionales que tenemos en el nivel educativo, no se arreglarán, pues son una consecuencia del diseño de nuestro sistema educativo.

Nuestro sistema educativo, desde siempre ha funcionado con el esquema de que el aprendizaje de los oficios (primeramente en las escuelas de artes y oficios y posteriormente de formación profesional industrial) era cosa de las clases bajas (las que en número eran mayoritarias y sustentaban la economía del país) y en la Ley General de Educación (1970) quedó configurado como un único camino, que, iniciado en la educación primaria pasa por el Bachillerato y finaliza en la universidad, quedando la Formación Profesional como puerta de salida para quien no quiere o no puede seguir el camino único. Este diseño de 1970 sigue vigente en nuestros días.

Así pues, tenemos un sistema educativo diseñado para que quienes lo sigan obtengan la primera cualificación profesional, la que les capacita para ejercer un trabajo, al finalizar la universidad, entrando en el mundo laboral con una cualificación de alto nivel. Podemos decir que esos polvos han traído estos lodos: según el propio MEFP , a finales de 2017, en el grupo de población 25-64 años, España tiene el 36,7% con nivel terciario (educación superior, CINE 5 a 8), del 22,9% con nivel de secundario postobligatoria (Bachillerato y FPGM, CINE 3 y 4) y del 40,4% con nivel secundaria obligatoria y menos, CINE 0 a 2) mientras que las medias de la EU28 son 31,4%, 46,1% y 22,5% respectivamente.

Traducido a cifras de personas representa que, respecto a las cifras medias de la EU22 en el grupo de edad reseñado, España tiene 4.672.400 personas más en el nivel CINE 0-2, 6.054.700 personas menos en el nivel CINE 3-4 y 1.382.200 personas más en el nivel CINE 5-8. Ahora bien, no olvidemos los niveles formativos anteriores llevan asociados unos niveles profesionales y por tanto hablar de niveles de formación es claramente hablar de capacidades profesionales, y de niveles profesionales. Por tanto, las cifras anteriores nos están diciendo que en el grupo de edad 25-64 años España tiene grandísimas carencias en profesionales de niveles intermedios y exceso de profesionales de alto nivel .

Como decía anteriormente, la reforma propuesta es posible que corrija problemas de funcionamiento en determinados niveles, pero la gran diferencia con los países de nuestro entorno, que nos lleva a crecer permanentemente en profesionales con niveles elevados y mantenernos estancados en los niveles intermedios, con cifras que nos sitúan en los últimos puestos, una vez más sigue sin abordarse en esta reforma, quedando la esperanza de que sea abordado en la anunciada reforma integral de la normativa existente.

En este sentido quisiera hacer una llamada a la reflexión sobre la necesidad de que se aborde de una vez la reforma integral, en la cual se mire el sistema educativo como conjunto y se valore la necesidad de hacer de nuestra Formación Profesional un nuevo eje de formación aplicada, estableciendo un camino completo que, de forma escalonada, pueda ser recorrido desde las cualificaciones profesionales bajas hasta las de máximo nivel, formando no sólo en habilidades sino, y de forma relevante, en humanidades y valores, configurando una sociedad con ciudadanos con capacidades profesionales, cultos y con valores.

Es decir, se propone un cambio en el diseño del sistema educativo pasando del actual y único eje académico ESO-Bachillerato-Universidad a reforzar éste con otro nuevo eje vocacional , de formación aplicada, ESO-Formación Profesional -Universidad, con la pretensión de hacer de éste el eje principal, en la convicción de que transitando por ella la mayor parte de la sociedad española no sólo permitiría acercarnos a las cifras de la Unión europea, sino que posiblemente por su carácter aplicado reduciría el grave problema de abandono temprano que también nos aleja de las cifras medias de la Unión Europea. Pero sobre todo y como principal objetivo, contribuirá a que la gran masa de la sociedad española se configure con ciudadanos cultos y con capacidades profesionales de niveles intermedios, niveles que con toda seguridad serán los más demandados (como siempre ha sido), y quedando el camino académico para ciertas profesiones y/o ciertas capacidades.

Por favor, que no dejemos de hacer lo importante por atender a lo aparentemente urgente, o que para cargar la vagoneta pongamos primero las piedras grandes y después las pequeñas, éstas se acoplarán entre los huecos de las grandes, pues si lo hacemos al revés siempre se quedarán las grandes sin cargar.