Acceder a un empleo al terminar los estudios, sean del tipo que sean, es la situación ideal para cualquier joven estudiante y, en general, para toda la sociedad. Sin embargo, la principal dificultad a la que estos se enfrentan es la falta de experiencia laboral.
Dando por supuesto que el nivel de conocimientos adquiridos es aceptable, a los jóvenes les falta un conjunto de habilidades y competencias profesionales, que de manera informal se denomina “saber trabajar”. Las organizaciones buscan personas capaces de resolver problemas, trabajar en equipo, tener iniciativa, tener una buena relación con los clientes, espíritu de servicio, etc. Estas competencias transversales se adquieren, principalmente, trabajando. En términos generales, esta es la cuestión a la que en muchas ocasiones se refieren los responsables de recursos humanos al expresar su preferencia por un candidato con carencias de conocimiento que a uno que no tenga la actitud adecuada.
Las competencias profesionales transversales son imprescindibles para completar la empleabilidad de una persona. El conjunto de conocimientos, habilidades y competencias, es lo que hace único a cada trabajador. Es decir, es la clave de su empleabilidad.
Según la edición de 2019 del Informe EPyCE , elaborado desde 2014 por la Asociación Española de Directores de Recursos Humanos en colaboración con otras instituciones académicas y empresariales, las competencias profesionales más buscadas por los responsables de recursos humanos y, en general, por las empresas, son 10 valoradas de más a menos importancia: el compromiso, la capacidad de aprendizaje, la iniciativa, la adaptación, el trabajo en equipo, la orientación a resultados, la orientación al cliente, la innovación, el pensamiento analítico y la empatía.
El conjunto de estas 10 competencias profesionales integra habilidades de tipo interpersonal y competencias que se pueden considerar de gestión de uno mismo. De la misma manera nos encontramos con la proactividad, la capacidad de aprendizaje y la capacidad para comprometerse. Es importante resolver cómo adquirir estas competencias, ya que su adquisición y desarrollo están vinculados a la práctica.
La brecha entre las competencias profesionales demandadas y las existentes en los candidatos
En este sentido, la Formación Profesional, por las posibilidades que ofrece a la hora de desarrollar parte del aprendizaje en el puesto de trabajo, está en mejor disposición que otros sistemas formativos para proporcionar este tipo de competencias profesionales. De hecho, los resultados obtenidos por Canals y Blázquez (2019), avalan esta ventaja de la FP, analizando la brecha entre las competencias profesionales demandadas por las empresas y las presentes en los candidatos. Brecha que, según estimaciones de la OCDE, podría afectar al 33% de la población activa.
Los autores establecen tres tipos de elementos en los que puede darse la brecha: conocimientos, competencias profesionales y actitudes. En el caso de las competencias profesionales, las más difíciles de encontrar son el trabajo en equipo y la comunicación. Respecto a las actitudes, las más buscadas son: adaptabilidad, resiliencia, gestión de la incertidumbre y compromiso.
En todos los casos, los empresarios señalan una brecha mayor en los perfiles universitarios. Es decir, el 68% considera que existen carencias en cuanto a conocimientos en el caso de los universitarios, mientras que un 48% señala este déficit hacia los graduados en FP.
Los resultados de Canals y Blázquez apuntan a que el desajuste entre la formación y el mundo laboral es más acusado en los universitarios, algo que cobra sentido al recordar que la esencia de la Formación Profesional es el conocimiento práctico y aplicado.
No obstante, la brecha entre las demandas de los empleadores y el talento aportado por los trabajadores no es el único desajuste del mercado laboral. La desproporción de graduados universitarios junto con la carencia de técnicos de cualificación media, ha dado lugar que España se encuentre en una de las tasas más altas de Europa de sobre cualificación.
A efectos de este trabajo, la reflexión que resulta es relevante si, en ciertas disciplinas y especialidades, la FP de Grado Superior y los grados universitarios se solapan y si, en este caso, las empresas se decantan por contratar el perfil universitario o el de Formación Profesional.