Preocupados como estamos por la situación laboral que atravesamos en España y la necesidad de formar profesionales cualificados, podemos perder de vista que todo proceso educativo, y la FP es uno de ellos, debe contribuir al desarrollo personal. La Formación Profesional es, primero y ante todo, formación. Y eso supone atender a la totalidad de las competencias que los alumnos han de desarrollar. Y precisamente aquí radica, en mi opinión, uno de los atractivos y de los éxitos de la FP.
No podemos negar que a la FP llegan alumnos que han surcado un itinerario educativo que no siempre les ha resultado sencillo, necesitados muchas veces de experiencias de éxito y de recuperar la confianza en sus capacidades personales y académicas. Sin el desarrollo de sus competencias personales y sociales resulta muy difícil la adquisición de unas competencias profesionales que permitan la inserción laboral con una proyección de futuro exitosa. Y esto es algo que los profesores de Formación Profesional trabajan en el día a día con sus alumnos, en todos y cada uno de los módulos profesionales que imparten, de manera transversal: la responsabilidad, la proactividad, la creatividad, la capacidad de comunicación con los demás, el gusto por el trabajo bien hecho y bien terminado – qué importante y cuánto se echa de menos a veces -, el trabajo en equipo, la lealtad, la resiliencia, y tantas otras que contribuyen a forjar la personalidad de los alumnos.
Desde mi punto de vista, la FP no ha de formar buenos trabajadores. Debe buscar formar buenas personas, para que sean buenos trabajadores. Una tarea apasionante en la que los profesores y alumnos de FP ponen cada día su ilusión y su esfuerzo, dejando lo mejor de sí mismos. Este es el encanto y el éxito de la Formación Profesional: esfuerzo, compromiso, ilusión, pasión.
Anímate a compartir este reto. La FP te espera.