En breve llega el verano, y todos nos preocupamos un poco más por aspectos de los que siempre deberíamos estar pendientes, como por ejemplo llevar a cabo unos hábitos alimentarios saludables. Por este motivo, hay que hablar de qué ocurre en los hospitales en este campo concreto: alimentación y salud.

Cada tipo de paciente ingresado necesita una dieta muy concreta.

Igual que ocurre en otros ámbitos, como en los colegios o las escuelas infantiles, a diario en los hospitales hay que planificar el menú. De ello se encarga un equipo multidisciplinar, que está integrado por cocineros y dietistas-nutricionistas. A este menú hospitalario, los sanitarios le solemos llamar “dieta”. El concepto “dieta” es algo así como un menú personalizado, pues es el menú que más le conviene a cada paciente concreto, en función de diversos parámetros, como la edad, la capacidad para tragar, que se puedan absorber o no determinados nutrientes o el problema de salud concreto que padezca. De este modo, el catálogo de dietas en los hospitales es inmenso, e incluye, por poner varios ejemplos: la dieta triturada, la baja en sal, la baja en calorías, la hipercalórica, la de fácil masticación, la pobre en azúcares, la enriquecida en proteínas, la astringente y un casi interminable etcétera. Todos ellos, para añadir mayor complejidad, pueden tener variaciones si hablamos de niños pequeños. Para que os hagáis una idea: los hospitales terciarios suelen contar con más de mil camas. Ahora, extrapolando esa cifra a un restaurante, imaginad un restaurante enorme con más de mil comensales, en los que a diario hay que preparar como poco más de quince combinaciones de menú distintas. Es todo un reto.

Los centros sanitarios han de cumplir un papel ejemplarizante, también en el campo de la Nutrición.

Indudablemente, cualquier centro sanitario ha de tener un papel ejemplarizante. De este modo, si un niño tiene que ingresar en un hospital y se le dan galletas de desayuno, pan blanco con mantequilla y mermelada de merienda y flanes de postre, flaco favor se hace a que los más pequeños de la casa asienten cuáles son los hábitos de salud correctos. Por no hablar de los “alimentos” que están disponibles en las máquinas expendedoras de las salas de espera: piezas de bollería industrial repletas de grasa de palma y azúcares libres, snacks con exceso de sal, zumos envasados; esto es, todo lo que se desaconseja en el interior de las consultas. Según el doctor “hay que hacer autocrítica, y ceñirnos a los estándares de la salud si queremos que se nos tome en serio”.

Puntos a mejorar en las dietas, según Iván Carabaño.

  • Se “come por los ojos”. En los hospitales, habría que esmerarse más en el emplatado, igual que se hace en casa, para conseguir que este sea atractivo. Además, sería ideal que las bandejas portacomidas para los niños ingresados estuvieran decoradas. ¡Viva el color!
  • El mejor postre y la mejor merienda, la fruta de temporada. La fruta íntegra, con toda su carga de fibra, vitaminas y minerales, es el mejor colofón a una dieta saludable, siempre y cuando el niño la pueda tolerar.
  • La guarnición ha de pasar al primer plano. El 75% de la dieta debería ser de origen vegetal (frutas, verduras, cereales, legumbres). De ahí que la guarnición, típicamente relegada a un segundo plano, debe ser la protagonista. Lo mejor: jugar con unas verduras divertidas como guarnición.
  • El pescado debe dar un paso adelante. Hay que consumir entre tres y cuatro veces por semana pescado, a ser posible blanco y capturado cerca de nuestras costas.
  • La mejor bebida, el agua. Sin duda.
  • El mejor pan, y la mejor pasta, la integral.
  • En los hospitales con alto número de camas, a veces la temperatura de la comida se resiente. Por eso, sería importante avanzar en el diseño de materiales que mantuviesen en condiciones térmicas óptimas las comidas.
  • Por último, sería ideal que el niño pudiese elegir entre al menos dos opciones de menú, de características equivalentes.